Nutrición Consciente
“Que el alimento sea tu medicina y tu medicina sea el alimento”
“Hipócrates”
Esta es una de mis frases favoritas y en este momento de tanta intensidad por el que estamos atravesando, la misma cobra un mayor sentido. Me parece muy curioso escuchar hablar de prevención en muchas direcciones y que se incluya poco, o nada en algunos casos, la alimentación en un sentido preventivo; cuando bajo mi forma de entender la misma, debería estar a la cabeza en cuanto a prevención y tratamiento de la mayoría de dolencias y enfermedades.
Considero que el estado natural del ser humano es el “estado de salud”, con esto me refiero al buen funcionamiento del organismo en su faceta física, mental y emocional, en equilibrio y armonía. Un bloqueo en alguna de estas facetas, conlleva el desequilibrio dando lugar a la corta o a la larga a dolencias y enfermedades.
Cuando hablo de Nutrición Consciente no solo me refiero a la alimentación sino a la manera saludable y consciente de nutrir con el alimento adecuado a cada una de estas tres facetas o “cuerpos” del ser humano: la física, la mental y la emocional; separadas solamente con el objetivo de un mejor conocimiento, comprensión y estudio de cada una, pero a la vez con la certeza absoluta de que funcionan al unísono, de manera holística y lo que sucede en cualquiera de ellas, influye y afecta a las demás.
Hablando en términos de energía y definiendo a la misma como la capacidad que tiene un cuerpo o elemento de realizar un trabajo y este de generar un cambio sobre sí mismo o sobre otro cuerpo (energía que por cierto se puede medir); cada una de estas facetas del ser humano tiene sus propias características, funcionamiento y por lo tanto diferente tipo de energía. Podemos constatar esto con bastante claridad si nos detenemos a observarlas. Veremos entonces cómo en la faceta mental los pensamientos pasan uno tras otro a una velocidad vertiginosa. Nos hemos preguntado en algún momento cuántos pensamientos tenemos por minuto y si ahondamos más, qué clase de pensamientos suelo tener. En la faceta emocional, la velocidad se ralentiza bastante; por suerte para nosotros las emociones no viajan a la misma velocidad que los pensamientos, pero nos hemos detenido a pensar cómo se relacionan estas emociones con la clase de pensamientos que solemos tener. Por último, llegamos a la faceta física, de energía mucho más lenta, densa, material; a diferencia de las otras dos, esta faceta podemos verla, tocarla y utilizar a través de ella los cinco sentidos para tomar consciencia del entorno más inmediato y de nuestra interacción con el mismo. La pregunta es: cuando un síntoma (de la índole que sea) llega a esta faceta física y se instala aquí. ¿Cuánto tiempo llevaba viajando, paseando, bailando o como se le quiera llamar, por las otras dos facetas?
Considero a la alimentación consciente, como una puerta de entrada al ser humano por la única faceta tangible, que es el cuerpo físico y por tanto la más fácil de reconocer, conocer en profundidad y de entender cuál es el alimento adecuado para nutrirla; observar el efecto que este alimento genera y llegar al equilibrio físico para paso siguiente pasar a reconocer mediante la observación y otras técnicas, las otras dos facetas de nuestro ser: la mental y la emocional. Sin un mediano equilibrio en esta parte física, es muy difícil pretender entrar en profundidad en la emocional y en la mental; entendiendo la mente como la morada de los pensamientos.
Ahora bien, volviendo al término energía, todo alimento tiene una energía diferente, o sea una capacidad de producir un trabajo (dentro de nuestro organismo) que conlleva un cambio, produciendo un efecto en el mismo. Este cambio está estrechamente relacionado con la manera en que nos sentimos después de consumir lo que escogemos para comer. Comprendiendo esto es fácil entender la importancia de poner consciencia en qué tipo de alimentos escogemos, cómo los combinamos, cómo los cocinamos y de qué manera, o sea, en qué entorno los consumimos. El efecto de poner consciencia en nuestra alimentación, será nada más y nada menos que el de lograr una buena calidad de sangre para nuestro organismo. Comemos, el organismo selecciona lo apropiado a través del sistema digestivo y los nutrientes pasan a la sangre y a través de ella llegan a los órganos del cuerpo. Nuestra sangre en condiciones óptimas tiene un pH ligeramente alcalino. En una escala que va del 0 al 14, dónde el 7 es la medida neutra, por debajo del 7 indica acidez y por encima alcalinidad. Para que nuestros procesos vitales se desarrollen correctamente los valores de pH en sangre deben de estar entre 7,35 y 7,45. Un pH en estos niveles es sinónimo de equilibrio, armonía y bienestar entre los órganos y sus funciones. Los alimentos que están equilibrados a nivel energético son aquellos que también contribuyen a mantener el pH sanguíneo en los niveles adecuados.
¿Cuáles son estos alimentos?
- Cereales de grano entero (integrales)
- Proteínas de origen vegetal
- Verduras y frutas
- Verduras de mar
- Germinados
- Fermentados
- Bebidas vegetales
- Grasas no saturadas (aceite de oliva, frutos secos, semillas, aguacate, semillas de chía, algunos pescados)
¿Qué alimentos conviene evitar consumir o consumir en pequeñas cantidades dependiendo del alimento?
- Harinas blancas y elaborados en base a las mismas
- Alimentos procesados
- Carnes y productos de origen animal, leche, yogures, queso, huevo
- Grasas saturadas
- Grasas trans (se encuentran principalmente en productos industrializados que han sido sometidos a procesos de hidrogenación, proceso mediante el cual se convierte en sólido un aceite que por naturaleza es líquido). Aquí encontraremos todas las margarinas que nos venden como vegetales y saludables. Este tipo de grasa es de las peores para el organismo.
- Azúcares simples o productos que lo contengan (azúcar blanco)
- Café y estimulantes
El alcohol y otras drogas merecen un apartado diferente, ya que ni siquiera las considero un alimento. Son calorías, vacías o muertas. Esto quiere decir que suman calorías al organismo pero no aportan ningún tipo de nutriente y energéticamente están totalmente desequilibradas ya que el tipo de energía que aportan es totalmente extrema: expansiva, dispersa, rápida, fría, volátil, superficial, inflamatoria.
Para empezar a trabajar en el cuerpo físico, considero de vital importancia revisar el tema de la alimentación, empezar por observar qué es lo que estoy comiendo, qué tipo de energía me aporta y qué efecto tiene sobre mí, para pasar a hacer pequeños cambios y seguir observando qué sucede y cuáles son mis necesidades. Para cada persona serán diferentes, dependiendo de muchos factores a tener en cuenta: edad, sexo, trabajo físico que realice, situación en el entorno en el que se encuentre, etc.
Para mí en cuanto a Alimentación Consciente se refiere, tiene mayor sentido ir sumando poco a poco e introduciendo nuevos alimentos, ir aprendiendo a combinarlos y sobre todo ir observando qué efectos produce en cada uno de nosotros, que descartar o quitar alimentos de golpe y querer seguir una “dieta” o un determinado tipo de alimentación en concreto. Por otro lado considero que las etiquetas, de la índole que sean, hacen que nos limitemos a un estilo, a una filosofía, a una forma determinada de alimentarse; encasillándonos en un espacio limitado y quizás privándonos del conocimiento profundo de uno mismo. No existen fórmulas mágicas y no todo funciona para todos igual. Es imprescindible en este sentido, la toma de consciencia, la escucha y la observación de cada uno consigo mismo.
En el trabajo con el cuerpo físico no todo es alimentación, el movimiento y ejercicio son factores importantes a tener en cuenta a la hora de nutrir esta faceta. En mi caso a nivel profesional utilizo el movimiento y el masaje como herramientas de ejercitación y desbloqueo del cuerpo, que combinados con una alimentación saludable, obran maravillas visibles en poco tiempo.
Las células de nuestro cuerpo físico tienen memoria. Esto es muy fácil de observar cuando por ejemplo aprendemos a andar en bici, a nadar, a practicar yoga, etc y luego dejamos de realizar esta actividad por un largo periodo. Cuando decidimos volver a realizarla el cuerpo sabe hacerla, no tenemos que volver a aprender. Puede que necesitemos perfeccionar la técnica, pero sabemos realizar aquello que a nivel físico hemos aprendido. En esta línea me viene como ejemplo el de un reportaje que he visto hace muy poco tiempo, acerca de una anciana que padecía Alzheimer en estado avanzado y en su juventud había sido primera bailarina del ballet de Nueva York. Le hicieron escuchar una parte del Lago de los Cisnes y ella comenzó a mover sus brazos tal y como lo hacía en dicha obra en su juventud.
De esta manera los traumas también quedan grabados a nivel celular. Anteriormente he mencionado que lo que sucede a nivel de cualquiera de estas tres facetas del ser humano, repercute en las otras y que el cuerpo, al ser la única parte tangible, es dónde se pueden ver de una forma clara y precisa. Todos sufrimos situaciones que nos marcan a lo largo de nuestra vida a diferentes niveles. Todos pasamos por situaciones más o menos traumáticas, que nos generan bloqueos cuando no son atendidas. Trabajando en el cuerpo, estos bloqueos pueden ir ablandándose, abriéndose, soltándose y poco a poco con paciencia, diluyéndose.
En esta línea he encontrado en el masaje californiano, una excelente herramienta de apertura, que permite crear espacio en las zonas musculares a través de movimientos lentos, rítmicos, armónicos, largos, algunos de ellos suaves y otros con más presión, estiramientos y elongaciones; que coordinadas con la respiración permite no solo relajar a nivel muscular, sino trabajar sobre dichos bloqueos, aun desconociendo el origen de los mismos. Con lo cual este es un buen punto de apoyo y complemento a trabajos de tipo terapéutico emocional. En este estilo de masaje, el terapeuta realiza los movimientos principalmente con las manos, los antebrazos y los codos, desde su centro energético o Hara, que es el punto de equilibrio físico, mental, emocional y espiritual y se sitúa dos dedos por debajo del ombligo. El trabajo desde este punto otorga equilibrio, concentración en los movimientos y en la respiración y presencia absoluta en el aquí y ahora. Por su parte el cliente participa activamente en la sesión con la atención puesta en su respiración, dando lugar entre ambos, con tiempo y paciencia a un espacio de apertura, entrega y conexión que fácilmente se convierte en un espacio sanador, facilitando la integración del cuerpo en su totalidad.
Añadir Comentario